El sentido del gusto y del oído están profundamente vinculados en la percepción de los alimentos, es por eso que la música o los sonidos que escuchamos cuando comemos pueden intensificar o disminuir los sabores que probamos.
Durante 10 años Charles Spence, psicólogo experimental de la Universidad de Oxford ha estudiado las sensaciones a través de los sentidos y cómo esta información es procesada por nuestro cerebro.
Según explica Spence en el caso del gusto, lo crujiente y lo crocante nos resultan más agradables por el sonido que producen cuando mordemos estos alimentos.
Sonidos como un bistec de carne asándose o el chispeo de un huevo al freírse preparan nuestro cerebro para una experiencia gastronómica más agradable que nos hace pensar en un mejor sabor incluso antes de probar los alimentos.
Oxford se alió con el reconocido chef dueño de The fat duck, uno de los mejores restaurantes en el mundo para analizar con mayor profundidad los efectos del sonido en el gusto, para esto, utilizó alimentos y sonidos asociados a estos para probar las diferencias.
Sonidos como un bistec de carne asándose o el chispeo de un huevo al freírse preparan nuestro cerebro para una experiencia gastronómica más agradable
Dos pruebas de sonido y alimentos
Una de las pruebas sirvió a un grupo de personas comida marina acompañada de sonidos del mar y a otro los mismos alimentos pero acompañados con sonidos de granja. Los resultados revelaron que el primer grupo experimentó un mejor sabor.
Así también sucedió con el grupo que consumió tocino acompañado de sonidos de granja y de chispoteo del aceite. Pero el sonido debe estar en un nivel adecuado, ya que cuando está demasiado alto impide que el cerebro procese los sabores, como sucede cuando comemos en un avión.
Pero la trascendencia de este estudio va más allá de la curiosidad, los investigadores consideran que también podrían ayudar en el tratamiento de dietas para personas diabéticas o que deben abstenerse de ciertos alimentos.
Listas de reproducción para saborear ¡Literalmente!
Spencer ha considerado la posibilidad de crear y recomendar listas de reproducción que permitan a pacientes con estos regímenes estrictos disfrutar de los sabores que tienen prohibidos, por ejemplo, canciones dulces como Tubular bells de Mike Oldfield (1977) podrían evocar sensaciones dulces en el cerebro.
Así también sucede con la amargura, según el estudio escuchar las notas bajas del Carmina Burana de Helmut Jurgens mientras comemos amplifica la sensación de lo amargo.
Estos grandes descubrimientos sobre los alimentos y los sonidos aún deben comprobar si las sensaciones persisten a pesar de ocurrir con frecuencia, pero todo apunta que las listas de reproducción serán el futuro de la gastronomía.
fuente: bbc.com