Noruega se ha convertido en el primer país en declarar la guerra a la deforestación, a través de la prohibición de esta práctica como parte de una exigencia de contratación pública para preservar las selvas tropicales.
Este país nórdico conocido por sus legendarios relatos de vikingos se ha embarcado a la cabeza de un movimiento que espera frenar la deforestación cuyo ritmo galopante podría dejarnos sin siquiera un espacio de selva en un lapso de 100 años.
Noruega, no sólo ha prohibido la tala y quema de las zonas verdes, también se ha comprometido a producir productos como el aceite de palma, soja, carne de res y madera sin impactar los ecosistemas, una medida que corresponde a una promesa hecha por este país en la Cumbre del Clima de la ONU en 2014.
La producción de estos artículos de uso comestible contribuyó a casi la mitad del total de la deforestación tropical de acuerdo con las Naciones Unidas.
Anteriormente, en 2008 Noruega impulsó la conservación del medioambiente en las selvas al otro lado del planeta, específicamente en las zonas selváticas del Amazonas en Brasil con el aporte de 1.000 millones de dólares para combatir la deforestación que alcanza un 75% en un plazo de siete años.
Asimismo, este país se ha responsabilizado de donar 500 millones de dólares al año para la conservación de bosques en todo el mundo como en Indonesia, Colombia, Liberia, Perú o Guayana, desde la Cumbre del Clima de Bali de 2007, aunque a estos aportes se le oponen las políticas internas de cada nación que desvían los fondos e impiden los proyectos.
La Rainforest Foundation, una organización que representa a los bosques tropicales defendiendo los derechos de lo habitantes indígenas, espera que países como Alemania y Reino Unido sean los siguientes en seguir el ejemplo de Noruega.
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